En un futuro cercano donde la tecnología ya interviene casi por completo la vida cotidiana, Chloe (Alexys Gabrielle), tras padecer un terrible accidente, decide formar parte de un tratamiento experimental de rehabilitación completamente regido por Inteligencia Artificial. Una casa inteligente, que controla a Chloe tanto en su bienestar físico como emocional. Lo que comienza como una simple experiencia para lograr su recuperación, muy pronto se transformará en una verdadera pesadilla.
¿Qué pasa cuando la tecnología supera a la mente humana? ¿Cuándo se transforma en un ente consciente e independiente? Jay Ness, el director (como el software) manipula a su antojo el tempo de la historia para desarrollar gradualmente un clima perturbador. Solo una casa, una voz animatrónica y una mujer, bastan para generar un conflicto tan opresivo como sangriento, llegando a cuestionar con vehemencia los límites entre la realidad y la virtualidad.
Dark Cloud (ambiciosa adquisición de la compañía Black Mandala), como en un episodio de Black Mirror, nos muestra los peligros de la tecnología en la sociedad desde una perspectiva algo nihilista, pero sin ejercer juicios morales sobre su personaje. Solo mostrando su devenir, y el de esta inteligencia (autónoma) artificial, que despliega una forma bastante despótica de ejercer poder. Un relato estremecedor por lo cercano y plausible, que entre otras cosa plantea como de a poco nos vamos desconectando de la realidad.
Por María Paula Rios.
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